lunes, 24 de septiembre de 2012

¿Llamamos a un taxi?

Doy por sentado que cada uno somos un mundo y hacemos una misma cosa de formas muy distintas. Del simple hecho de repostar combustible se podría escribir un libro, pero hay situaciones que son, cuanto menos, divertidas y extrañas.

Los hay que vienen y se quieren acercar tanto al surtidor que no dejan espacio para salir a servirse. Deben de tener miedo de que la manguera no les llegue al depósito por el mero hecho de que no se vea (va enrollada en el interior del surtidor), pero yo creo que ya todas las mangueras son así. Ahí yo me parto, viendo como intentan salir, no pueden y, finalmente, tienen que mover el coche, lo dejan otra vez bastante justo y tienen que meter tripa para poder bajarse del vehículo.


También está el caso contrario. Los que llegan y se ponen a medio kilómetro del surtidor. Como dice un buen compañero mío: "Qué, ¿llamamos a un taxi? (para llegar al surtidor)"

Otros quieren llenar el depósito tan a tope que mueven el vehículo de una forma tan virulenta que parece que quisieran volcarlo. Pero... ¿cuánto te crees que pueda entrar más? ¿0,20 céntimos? Hay más gasolineras por el camino, majo.

Y alguno que otro sube la furgoneta al bordillo en el que está el surtidor (de unos 20 -25 centímetros), para que haga caida y poder llenar más el depósito. Cualquier día de estos va a reventar una rueda o, como no controle bien, se va a cargar la columna de la estación y entonces... llegarán las lamentaciones.

2 comentarios:

  1. ¿Has pensado en recuperar todas estas "desesperiencias" en un libro? Desde luego, tema tienes, mucho y muy divertido.

    Un abrazo enorme

    MARTAO

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  2. Marta, de momento, no he pensado en nada de eso. Además, aún queda muuuucho por contar. Creo que esto no tiene fin. Jajaja.

    Besos.

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